Se me fue el santo al cielo, como se suele decir.
Ni me acordaba que tenía pendiente la crónica de aquel pasado 5 de abril y podría ser porque, en cierto aspecto, quizá mejor olvidarla jaja
El pasado sábado 5 de abril, por fin salíamos de excursión después de bastante tiempo de parón. A eso de las 8h de la mañana salíamos en dirección a la península de Llevant y sobre las 9h, bajo un sol radiante, nos poníamos a caminar... aunque a las 9.01h ya estábamos parados, ¿motivo?... aix, pues como es de suponer, como viene siendo habitual, la culpa era de Pepi. No se le ocurrió otra cosa que plantarse en el Centro de Información a cotorrear con la encargada de turno, total para salir criticando la poca información que había conseguido. Moraleja: la próxima vez, no preguntes jaja
Bueno, superado el primer contratiempo, seguimos el camí dels presos hasta llegar al viejo cuartel que apenas se tiene en pie, con la silueta del puig des Porrassar, que contrasta con el cielo azul, a la derecha y a la izquierda, el recuerdo de una pasada jornada de excursión que nos llevó hasta la cima del puig de sa talaia Freda. Poco después de pasar sobre el puente al que llegamos aquel día después de descender toda la torrentera, fuimos buscando con la vista uno de esos momentos fita que tiene mi madre.
A partir de ahora, definiremos como momento fita como uno de esos habituales momentos Deja-vú que suele tener Pepi en las excursiones que, hace lustros, hizo y que, en un momento dado, cree recordar algún detalle que, curiosamente, sólo recuerda ella. (Suele acertar aunque no se lo diremos para que no se lo crea jeje)
Así que ahí estaban, junto a una conveniente mesa de merienda, los dos pinos que Pepi venía anunciando desde que dejamos el coche horas atrás en la mañana. Después de tener que reconocer, a regañadientes, el nuevo acierto de la fémina, nos sentamos a merendar, posiblemente, en la primera sombra que habíamos cruzado en todo el día. La vista espectacular de la costa llegaba hasta la vecina isla de Menorca y ciertamente era un lugar que por si mismo se merecía el aburrido camino que habíamos llevado hasta ese momento.
En ese punto, y mientras saboreábamos nuestras clásicas panades, decidimos alargar la excursión para visitar la talaia Moreia que aparentaba estar "a tiro de piedra". En verdad, no nos llevó ni una hora llegar al lugar aunque, siendo casi la mitad del camino un duro ascenso, más de una vez nos acordamos de los presos y del proyecto inacabado del camino que debió llegar hasta esta torre defensiva.
Una vez en la torre, disfrutamos, nuevamente, de unas vistas espectaculares.
Después de mosquearme al encontrar una nueva placa de un grupo excursionista anclada a la roca, cosa que va siendo más habitual de lo que pensaba y que me parece totalmente egoísta y narcisista por su parte, fotografiamos un nuevo logro de mi madre, ascendiendo hasta la mitad de la escalera que daba acceso a la parte superior de la torre. Olé tú!
Ya habíamos pasado la primera hora del mediodía cuando volvíamos atrás nuestros pasos hasta llegar, de nuevo, a la pareja de pinos desde donde nos desviábamos en dirección al mar y poco después de un suave descenso, llegábamos a la playa que daba nombre a esta excursión: s'Arenalet d'Albarca.
Mi madre seguía insistiendo en que hubiera sido una buena idea hacer esta excursión un fin de semana antes que suspendimos a causa del fuerte viento y mal día que hizo, nosotros seguíamos discrepando viendo que incluso en un día espectacular como hoy, el mar pegaba bastante en esta zona.
Aún así, la playa lucía hermosa con su arenal blanco y suave, el ruido del mar azul brillante revolviéndose en blanca espuma al acariciar el litoral, el olor a verano, a sal. Un retrato que parece eterno en esta Dama del Mediterráneo, gracias a nuestro sol único. Cruzamos el camino que une s'Arenalet con cala Font Celada, con su pareja de Tamarells que siguen año tras año enamorados de este lugar y del ir y venir de las gaviotas que parecen no decidirse entre cual de las dos playas es más bonita.
Y así, como si fueran un bálsamo natural, acabamos de atravesar la segunda playa y nos adentramos en la pendiente donde nos volvió de golpe el cansancio acumulado durante el caluroso día.
Pero aún quedaba lo más duro.
Desde la suave arena de cala Font Celada hasta el paso del coll des Verger, nos esperaba una agotadora subida de casi 7 kilómetros hasta superar los 304 metros de desnivel.
Bajo el sol de la tarde, casi en silencio total, andábamos por aquella pista rural de grava, que, para más INRI, no tenía atractivo en absoluto, sólo clavábamos la vista a lo lejos en el último tramo de camino que reflejaba el sol hipnotizante, entre el puig des Castellot i el puig des Corb.
Casi dos horas después, el sonido del agua corriendo junto al camino nos acompañó hasta la Font des Verger que aparecía como un oasis de sombra y agua fresca brotando de la tierra. Después de sentarnos a beber de lo único positivo que nos había presentado este último tramo, subimos los últimos metros hasta rebasar el "portel del col" jajajaja Pepi dixit.
Poco rato después, ya en descenso, volvíamos a estar en s'Alqueria Vella donde por fin, acabó esta ruta.
Nuevamente se repitió eso de "es una ruta cortita" que resultó ser "larguita", se repitió eso de "suavecita" que resultó ser "durita" jajaja creo que deberíamos empezar a considerar mejor las excursiones.
Fue una excursión de contrastes, largos caminos aburridos para llegar a lugares preciosos y un final agotador por un terreno prácticamente huérfano de sombras sin apenas un lugar donde sentarse a respirar.
Aún así, estamos muy contentos de volver a estar en marcha.
Hasta la próxima!
Distancia total: 22,62km
Tiempo total: 7h 16min
Mapa de la ruta, clicar al enlace
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