sábado, 4 de junio de 2016

Crónica: El Toro, Cala Figuera y Portals Vells

Sorpresa!
Pues sí, ahora que el calor empieza a apretar y dentro de nada ya no se podrá respirar por los caminos de montaña, nos animamos a salir jaja

El pasado sábado 21 de mayo salíamos de casa poco después de las 8 de la mañana ya con el cielo iluminado por un sol radiante y después de pararnos un instante a comprar nuestras empanadas en el único horno de Mallorca (quizá del mundo) que no tiene sus productos horneados a estas horas de la mañana, dejábamos Felanitx en dirección al cabo Este insular.

Pasado Palma, ya en el término municipal de Calvià, dejábamos el coche en la urbanización de El Toro y comenzábamos a caminar junto al mar y apenas unos pasos, literalmente, más adelante, nos parábamos a merendar.
En un saliente en la altura sobre el mar y al sol de la mañana nos sentamos a disfrutar de nuestras empanadas que, por el lado positivo, aún seguían algo calientes.
Frente a nosotros la punta de Sa Beca con su afilada forma tan espectacular, aplanándose cuanto más se afina y hace parecer que se clava en el azul del Mediterráneo. Ya separadas por estrechos pasos de agua, las formas redondeadas de Es Pans, Ses Barbines y la que da nombre a esta zona, Es Toro.
Al poco tiempo de haber retomado la marcha, cruzamos la barrera de lo que marcaba, hace años, el comienzo de una zona militar ahora ya abandonada y mi madre tuvo un momento de duda sobre si era seguro cruzar la barrera... la cual estaba prácticamente para nada más que impedir que pasen vehículos por el camino que se adentra en el pinar, pero bueno, afortunadamente la mujer vestía con una llamativa camiseta naranja así que, en el improbable caso de un ataque con vehículos blindados, ella sería el blanco fácil.
Bueno, así seguimos por el ancho camino hasta desviarnos hacia el litoral que nos llevaría por una seria de antiguos emplazamientos militares.
Primero nos encontramos con un puesto de ametralladoras bastante bien conservado desde donde se podía tener una vista fantástica de toda la cala de Rafeubetx y más adelante, siguiendo el sendero, pasamos por varios puestos de artillería y algunos polvorines desde donde salían túneles que comunican bajo tierra toda la zona militar.
Dejando atrás todo el viejo lugar, fuimos siguiendo la senda que serpenteaba entre la baja vegetación y los pinos que nos impedían ver el mar, con lo que perdimos un poco la noción de la distancia y la dirección que debíamos seguir hasta el punto que, al perderse el camino, nos vimos atravesando un poco a ciegas los matorrales hasta que, caminando en dirección al mar, dimos con un nuevo camino que al poco tiempo, nos mostraría a lo lejos el faro del cabo Cala Figuera.
Así pues cuando dejábamos atrás el pinar se iba acercando la figura de la antigua torre defensiva que se mantiene en pie milagrosamente envuelta en plásticos para protegerla de la lluvia y con una cara desmoronada pintada de hormigón que la sostiene con un aspecto en realidad triste y más cuando a unas pocas decenas de metros se alza sobre la caliza punta de Cala Figuera, el precioso faro que lleva el mismo nombre.
Con su torre pintada de blanco y negro con esa forma de espiral que lo hace quizá el más especial de la isla y su caseta blanca radiante clavada sobre una peña que parece haberse puesto ahí sólo con este fin, este es sin duda un lugar que hay que visitar.
Más cerca, donde ya una nueva barrera nos para los pies, dejamos un momento para que las gaviotas blancas que van y vienen rodeando el faro nos atrapen la vista y la lleven lejos hasta la sombra del Cap Enderrocat que siluetea el horizonte mientras un barco de Acciona nos trae el recuerdo de las veces que hemos visto este sitio desde el mar y hemos deseado verlo desde este punto donde ahora nos hayamos.
Nos despedimos del faro siguiendo por la carretera de viejo asfalto que llega hasta él pasando junto a unas antiguas instalaciones hasta que nos desviamos nuevamente dentro del pinar que nos llevaría en dirección al mar hasta llegar a las rocas que se elevan junto a Cala Figuera.
Poco a poco vamos descendiendo casi en vertical hasta llegar al nivel del mar donde se abre una pequeña calita de arena gruesa y piedras en el final del curso del torrente del mismo nombre. Mirando tierra adentro, vemos una enorme higuera que destaca en el corazón del curso y que seguramente tiene la culpa del nombre de tantas cosas en esta zona.
Cala Figuera luce espléndida en silencio, fresca, deslumbrante con aguas cristalinas que dejan ver el fondo de piedras doradas y arena blanca como si tan sólo lo cubriera todo un fino cristal mientras un grupo de pajaritos que anidan en los altos huecos de las paredes de la cala nos acompañan el momento con su musical silbido.
Cruzando la orilla del mar, volvíamos a ascender por entre las rocas y el pinar que llegan hasta el mismo borde hasta asomar otra vez al llano del cabo y poco después llegábamos a la pequeña Cala Beltrán que apenas puede considerarse cala donde un ruidoso grupo de turistas enfundados en neopreno se dedicaban a saltar de un lado a otro.
Ese encuentro significó el cambio de la excursión solitaria y el paisaje campestre que habíamos llevado durante toda la mañana a la excursión marcada por ese intrínseco perfil turístico que tiene la isla.
Mientras seguíamos el camino que bordea el litoral, veíamos a lo lejos las lanchas que cruzan el mar rayándolo de blanco en dirección a nuestra próxima parada, Portals Vells y poco antes de asomar a la cala veíamos alejarse el exclusivo yate Utopía de 71 metros de eslora, lo que ya decía mucho de lo que podíamos esperar al otro lado del pinar.
Bajo la sombra de los pinos llegamos al fin junto al grupo de playas y los colores y olores nos envolvieron los sentidos.
Portals Vells se trata de un grupo de pequeñas playas arropadas en una pequeña bahía de aguas de un maravilloso azul brillante salpicado del blanco de los yates y rodeada de una preciosa caliza laminada de color dorado y más allá de la vista el olor fresquísimo del mar y la sal del aire nos hacía respirar profundo como si con ello pudiéramos hacer nuestro parte del encanto de este lugar.
Caminando sobre la caliza de la orilla íbamos atrás en el tiempo hasta dar con la entrada a una enorme cantera, que hoy recibe el nombre de Sa Cova de la Mare de Déu, que se adentra en la tierra de donde se dice que se extrajo mucha de la caliza que se usó para levantar la catedral de Palma.
Ciertamente es un hueco que en si mismo es asombroso. Con cortes rectos y columnas gruesas, ventanas naturales desde donde la luz inunda la oscuridad del interior y una mezcla de colores que llena de contrastes la profundidad de la cueva. Unos grabados en la pared de la entrada que recuerdan, en cierto modo, a los antiguos Mayas y una celda con una gruesa reja de forja le dan a todo un aire de misterio realmente singular.
Volvemos al presente deshaciendo nuestros pasos hasta volver a la playa donde los primeros bañistas pasan apuros cuando el agua llega al ombligo, más atrás, seguimos la carretera unas decenas de metros hasta dejarla tomando una pista rural que asciende la pequeña elevación que separa los dos torrentes que llegan a Portals Vells.
Este tramo, que nos llevaría en dirección a Ca Na Brutes, se empezó a llenar de puntos rosados que pronto llamaron nuestra atención ya que, por lo visto, se trata de una variedad de orquídea y, como bien sabemos, contamos con una fan de las orquídeas en nuestro reducido grupo, así pues el monótono y soleado camino de arenisca y pinar se vio animado por el ir y venir de la abuela que no salía de su asombro por la gran cantidad de esta bulbosa flor.
Así pues, mientras dejábamos pasar la euforia por las orquídeas, decidimos parar a comer una vez atravesado las instalaciones militares que habíamos pasado en la mañana.
Bajo la agradable sombra de un pino, junto a la entrada de uno de los túneles, nos sentamos a comer.
Después de dedicarle un buen rato a este momento y hacer una concienzuda siembra de huesos de cereza, levantamos el grupo y recorrimos el mismo camino por el que en la mañana habíamos comenzado esta variada y bonita excursión.

Hasta la próxima que será muy pronto intentando exprimir los últimos días de la primavera.
Víctor






Distancia: 12km 880m
Tiempo: 5h 48m

Mapa de la ruta, clicar al enlace
El Toro, Cala Figuera y Portals Vells

Gráfica de altitud
(clicar en la imagen para ampliar)