Lloviendo.
Así amanecía el pasado sábado en Felanitx.
Un poco desconfiados, unos más que otra jeje, salíamos, bajo la lluvia y un cielo completamente tapiado de nubes grises, de camino a Sant Elm desde donde comenzaba nuestra segunda ruta del año.
Afortunadamente, las previsiones se cumplieron a rajatabla y cuánto más nos acercábamos a la sierra, más se iba abriendo el día hasta que, ya dando nuestros primeros pasos por la calle de La Trapa, la lluvia había quedado en sólo un susto.
Este primer tramo nos llevaba por una pista que quiere dejarse urbanizar, con farolas destartaladas rodeadas de pinar y un pavimento quebrado por el que va abriéndose paso la tierra húmeda. A los pocos minutos, llegamos a lo que queda de las casas de Can Tomeví desde donde tomamos ya el camino de ascenso por la ladera.
Zigzagueando bajo los pinos avanzaba el camino con el sonido del viento que nos advertía de lo que estaba por venir al girar la vertiente, por eso, paramos a merendar en un soleado rincón a disfrutar de nuestras panades.
Poco después de la conveniente parada, superábamos el pinar y empezamos a recorrer la ladera este con la imagen de la isla vecina tan bonita como siempre. Era un tramo que seguía en ligero ascenso, húmedo y sombrío donde empezaba a dominar el carrizo según vamos dejando atrás el pinar. Con la Dragonera tan cercana, no dejan de volvernos recuerdos de nuestro paseo hasta los faros de Tramuntana y Na Popis, rodeados de Sargantanes. Más cerca la torre i la cala den Basset, siguen vigilando el mar que andaba bien revuelto.
Ya con el viento como protagonista, ascendíamos sobre roca, de mirador en mirador, hasta encarar el valle de La Trapa y después de un suave descenso, llegamos al "refugio".
Allí "la vida sigue igual". Lo primero que se encuentra uno al llegar al recinto es un bote de propinas clavado en un poste, bien coloreado para que no se te pase por alto. Por supuesto.
Pero desde la última vez que estuvimos ahí no se han movido muchas piedras, si al caso quizá de las paredes al suelo y no viceversa.
Aún así, es un lugar que más que ser bonito, forma parte de algo hermoso. Los bancales abrazan el valle de un modo que te hace ver los días en que de ellos se extraía todo lo necesario para vivir y reconstruyes lo que queda en pie con la mirada mientras de fondo, al otro lado del mar, la eterna presencia de la Dragonera parece ser el motivo de todo este sitio.
Así pues, luego de un corto descanso, nos pusimos de nuevo en camino siguiendo en dirección Ses Basses con un panorama bien distinto.
Hace algo más de un año, allá por julio de 2013, un feroz incendio arrasó durante días esta zona. A pesar de que la naturaleza ha conseguido cambiar algo del desolado estado en el que quedó, la silueta negra de los pocos árboles que quedan en pie son un triste recuerdo mientras andamos en ascenso y en silencio por el sendero rojizo que destaca en mitad del gris paisaje hasta llegar, envueltos en un fuerte viento, a... sa fita!, aquel montón de piedras junto al mirador del cap Fabioler que mi madre capituló la última vez que pasamos por este lugar y nuevamente, orgullosos nos alzamos sobre él.
Ya fue coincidencia llegar al mirador justo a la misma vez que un numeroso grupo de ciclistas, así que tuvimos que esperar unos minutos para acercarnos a disfrutar de las vistas de la escarpada costa y despedirnos de la Dragonera que perderíamos de vista a partir de ese punto.
Y seguimos, al fin descendiendo por el camí de Ses Basses con la mirada clavada en la costa de Tramuntana que se presenta ante nosotros, punta a punta, hasta que la niebla la engulle en el horizonte.
Poco después de pasar por las edificaciones de Ses Basses, siguiendo por la pista de grava, paramos a comer mientras empiezan a amenazar, de lejos unas nubes grises que se vienen tras las montañas, montañas que muestran, en esta zona, la peor cicatriz del incendio, arboledas enteras teñidas de gris y laderas completamente vacías d vegetación. Una lástima.
Y así, después de llenarnos el estómago a toda prisa para llegar a tiempo a los dulces del postre jaja caminamos el último tramo hasta el coll de Sa Gramola donde nos recogió el taxi que nos devolvería a Sant Elm.
Bonita excursión y bonitos recuerdos aunque la huella del fuego nos tocó un poco la patata. Van mejorando las señalizaciones de ruta aunque tampoco en exceso jaja y seguimos adelante con nuestra aventura GR221!
Y esto es todo, aquí dejo el álbum de fotos, como siempre, clicar en la imagen para acceder.
Hasta la pronto!
Víctor
Distancia: 10,19km
Tiempo: 5h 11min
Distancia total acumulada: 19km 240m
Tiempo total acumulado: 9h 07min
Mapa de la ruta, clicar al enlace
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| (Clicar en la imagen para ampliar) |
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