sábado, 18 de enero de 2014

Crónica Cuculla de Fartàritx

Hola!
Al fin pudimos hacer esta excursión que llevaba planificada desde el año pasado y que tuvimos que aplazar debido al viento que hacía aquel día, a pesar de ello, pudimos hacer una ruta "turística" de otros lugares de interés de la zona.

Aquí dejo el enlace a la crónica de aquel día: Crónica de un día en Pollença

El pasado sábado, repetíamos la ruta hasta Pollença que habíamos hecho hacía unas semanas y poco después de las 9 de la mañana ya recorríamos el camino correcto, esta vez sí, en dirección a Fartàritx.
A diferencia de la anterior vez, era una mañana agradable de invierno con una ligera bruma baja que recorría el valle entre Tramuntana en dirección al mar. Más arriba, se alza la Serra de Sa Coma que, a estas horas de la mañana, extiende su sobra sobre nosotros. Atrás el Puig de Maria nos recuerda nuestra anterior visita, al frente Sa Cuculla de Fartàritx, iluminada por el sol más arriba que Sa Serra, nos espera.
Después de pasar por las casas de Son Huguet como si fuéramos los dueños, ya que la ruta pasa por la misma puerta, nos adentramos en un encinar sombrío y poco a poco en ascenso caminamos por un camino que serpentea de un lado a otro de la ladera.
Estos tramos de encinar con esa tierra negra empachada de agua y cubierta de hojas caídas, hacen que cualquier ascenso sea un poco menos agotador, el sonido de nuestros pasos se silencia en el lecho blando y la falta de capacidad pulmonar hace que dejemos las ganas de charla para otro momento, aún así el estridente ruido de las sierras mecánicas en su tarea de cortar leña nos estropeó, en parte, el agradable paseo por el bosque.
Al poco de salir del tramo de encinas, ya con un paisaje más típico de los ascensos con carrizo, matas y roca, nos paramos a merendar. A estas alturas ya había aparecido tras la Cuculla la forma redondeada del puig Tomir que se alzará imponente durante todo el resto de la ruta.
Cuando, por fin, conseguimos guardar la cantidad de porquerías que llegamos a sacar para merendar, continuamos por el sendero en busca del siguiente punto de nuestra guía que eran las casas de Fartàritx Gran que parecían no llegar nunca hasta que alcanzamos el valle a los pies del puig.
Las casas están totalmente abandonadas aunque se reconoce alguna actividad entre paredes de piedra caídas y barreras oxidadas. Es un conjunto que en su día se dice que tuvo un peso importante en la agricultura de la zona aunque, ciertamente, a mi no me parecía que fuera el lugar ideal como para estar haciendo trayectos.
Así pues, dejando atrás Fartàritx Gran, cruzamos el valle hasta llegar a un pequeño conjunto de encinas enormes, quizá las más altas que haya visto, y cruzando entre ellas salimos ya junto a la pared del monte donde nos topamos con las primeras vistas de la bahía de Pollença.
A pesar de que el sol había ido levantando las nieblas matinales, aún no había conseguido despejar completamente la línea costera, los picos de Es Fumat, Sant Martí o La Victòria, ayudaban a reconocer las penínsulas de Formentor y Alcúdia, de la bahía de Alcúdia ni rastro aún, las bajas nubes la tapaban completamente hasta donde daba la vista.
Desde ese punto la pendiente se endureció mientras ascendíamos la ladera sur, paramos un instante junto a un balcón natural donde dimos cuenta de la altura que estábamos ganando y de ahí, poco después, pasábamos el pas des Frare que ya nos daba acceso a la planicie junto a la cima del monte. Con un último esfuerzo, conseguimos llegar a la fita más elevada.
Después de unas 3 horas de continuo ascenso pudimos disfrutar del espectáculo natural de la cima de la Cuculla de Fartàritx, las vistas eran espectaculares a todo nuestro alrededor. Hacia poniente se extendía Tramuntana con el puig Tomir como guardando el paso, a levante, la costa mallorquina salpicada de núcleos urbanos, playas y montes... sólo al sur quedaba desdibujada Mallorca fundiéndose con el cielo por las nubes que poco a poco iban absorbiendo el color que el sol había conseguido sacar a este día durante la mañana.
Ciertamente, nos alegramos de haber pospuesto esta ruta aquel ventoso día de diciembre ya que no hubiéramos disfrutado este lugar como se merece.
Poco después de inmortalizar el lugar y recobrar el aliento de la larga subida, comenzamos el descenso y, en parte, el regreso a casa. Apenas media hora después de dejar la cima, habiendo bajado por un talud de grava algo inestable, llegamos al paso más delicado de la ruta: es pas de s'All.
A primera vista, cuando nos íbamos acercando a la brecha en la roca y, a lo lejos, veíamos descender el fondo sin fin, la verdad es que imponía un poco, pero una vez llegados al borde, se reconocía claramente una ruta de descenso, eso sí, prácticamente vertical donde hay que ir bajando como si fuera una especie de escalera en la pared.
Unos 35 metros de bajada, decía la guía que llevábamos aunque pobre guía... pobre guía!. Es cierto que las hemos criticado mucho al no ser del todo exactas en algunas explicaciones o en el tiempo total que estiman para las excursiones pero este pobre pedazo de papel sufrió en manos de Pepi tal paliza que me encogió el alma por él. La excusa era que se había humedecido por el rocío de las plantas en la mañana, pero el caso es que tantas vueltas y tantos pliegues habían sido violados que más que un mapa, parecía un burdo panfleto publicitario de algún supermercado, pisado y roído, roto, mal doblado, deshecho y mojado. En ciertas ocasiones, dudaba que mi madre estuviera leyendo donde tocaba porque seguramente ya nos habíamos dejado parte de él por el camino y debía leer algún trozo arrancado y colocado en el lugar incorrecto. Ciertamente, espero que algún día reciclen ese mapa en una revista de National Geographic o en un diccionario, porque bien se lo ganó. Aix...
Bueno, una vez conseguido el descenso del paso, comenzamos un suave descenso por la falda del monte con la vista puesta en un corrillo de pinos y vegetación donde destacaba una solitaria palmera. Allá que caminábamos tan felices pensando en que ya teníamos la excursión casi masticada.
Poco después de llegar al Jardí de Fartàritx, que es como se conoce a dicho grupito de árboles, empezamos a "mosquearnos" de que la guía siempre nos orientaba hacia poniente cuando sabíamos que el coche lo teníamos hacia el mar, es decir, hacia levante.
Después de equivocarnos cruzando un sembrado y tener que recorrer unas centenas de metros en balde, llegamos a un desnivel que ninguno esperábamos, que era el lugar desde donde comenzar el descenso y el motivo de seguir caminando en dirección opuesta. Pasando por un estrecho sendero, comenzábamos un descenso entre la húmeda cara norte que cambiaba totalmente la perspectiva que teníamos. Desde la altura, a lo lejos, veíamos el curso del torrent de la Vall d'en Marc, junto al cual teníamos aparcado el coche, así que no teníamos la excursión tan finiquitada como parecía.
Bordeando la sombría ladera, cuidando los pasos que dábamos entre carrizo y piedras húmedas, íbamos descendiendo hacia el valle. Rodeamos el pico de piedra que la gravedad aún no ha conseguido conquistar llamado Es Ninot y poco después volvíamos a taparnos en un bosque de encina y pinar donde paramos a comer.
Se repitió el espectáculo de engullir porquerías que había tenido lugar en la merienda matinal, menos mal que primero comimos cosas decentes para no sentirnos del todo culpables aunque aquella fruta confitada fue escandalosa jejeje
Cuando conseguimos ponernos en marcha después de tales excesos, continuamos descendiendo entre pinares, hasta llegar al camino de las casas rurales junto al torrente, así pues, ya si que pensábamos que sólo nos restaba un corto tramo para acabar la ruta. Pero aún tuvimos que caminar 4km hasta llegar, por fin, al coche en los que, si no fuera por el ruido del correr del agua por el lecho pedregoso, se hubiera hecho francamente tedioso.

Fue una excursión muy bonita, variada en cuanto a paisajes y sobretodo con unas vistas preciosas desde la cima de Fartàritx. Genial empezar el año con un recorrido así.

Aquí dejo el álbum de fotos, como siempre, clicar en la imagen para acceder.
Hasta la próxima!
Distancia total: 14,67km
Tiempo total: 6h 54min
Mapa de la ruta, clicar al enlace
Cuculla de Fartàritx

Gráfica comparativa de velocidad y altitud
(Clicar en la imagen para ampliar)

miércoles, 15 de enero de 2014

Crónica de un día en Pollença

Aquel pasado 26 de diciembre, teníamos prevista la excursión que, finalmente, pasó a ser la primera de este recién estrenado 2014.
De buena mañana salíamos de Felanitx en dirección a Tramuntana, como otras tantas veces. El día se alzaba gris aunque no amenazaba lluvia, eso sí, al saltar del coche, a eso de las 9 de la mañana, nos dimos cuenta que el problema principal sería el fortísimo viento que soplaba.
Aún así, dábamos nuestros primeros pasos, ya por el camino equivocado hasta que en la cabeza de Pepe saltaron todas las alarmas y sirenas posibles... quizá habíamos dejado el coche sin cerrar, vuelta atrás. Bien, pues con la excusa de esperar al chófer, la cabecita de la señora Pepi, no tuvo otra genial idea que sembrarse junto a un pobre señor que cerraba el corralillo de su casa y, pasado el cordial bon dia que llamó la atención del buen hombre, pasaban los segundos de un incómodo silencio donde se oían los pensamientos de cada uno de los presentes:
Señor: què putes volen aquests dos aquí sense dir res...?
Víctor: pero qué cojones hace? di algo o vámonos!! qué vergüenza...
Pepi: tralaralariii tralaralaraaaa tiruriii tiruraaa...
Menos mal que la maquinaria del cuerpo humano consiguió encender aquella solitaria neurona aletargada, mandar un diminuto impulso que, después de rebotar en el cerebro (eco ecoo ecooo) hizo reprender la conversación que, a pesar de ser del todo innecesaria, nos evitó caminar más por aquel camino que no era el correcto.
Como suele pasar a menudo en la historia, muchas cosas buenas se descubren por golpes de suerte, enhorabuena mumare! jeje
Aix, después de este comienzo tan accidentado y apenas un par de pasos ya en el camino correcto y mientras fijábamos la vista en la cima que debíamos alcanzar, decidimos que ciertamente, no era el día adecuado para una ruta como esa. Así pues, después de proponer varias alternativas, decidimos visitar varias localizaciones que nos ofrecía el entorno del pueblo de Pollença.
Lo primero que hicimos fue subir al puig de Maria que habíamos dejado justo al otro lado del pueblo. Con el fuerte viento soplando incesante durante toda la subida, después de casi una hora, llegábamos a la explanada del monasterio. A primera vista parece ser como muchas de esas construcciones situadas en estas pequeñas elevaciones, diminutas capillas siempre cerradas y vacías de visitantes que, tiempo atrás, dibujaron un amplio mapa religioso por toda la isla.
Después de buscar una pared con la que resguardarnos del viento, que encontramos, afortunadamente, con vistas a la bonita costa de levante, nos sentamos a merendar.
El sol se asomaba tímidamente cuando ya nos decidimos a reemprender la marcha, por curiosidad buscamos la entrada al conjunto de edificaciones y cual fue nuestra sorpresa al encontrarnos con un lugar cuidadosamente conservado, rehabilitado para reuniones y comidas en un amplio comedor preparado para cocinar y encender una cálida fogata, además de una pequeña exposición de objetos hallados y antiguos, pinturas... La capilla en si es una bonita estancia decorada y adecuada para la oración como es debido y todo en absoluta pulcredad. Después del buen café, retomamos la bajada hasta llegar de nuevo a la carretera y después de un corto trayecto, llegamos a nuestro segundo lugar de visita: el puente romano.
Es una bonita construcción de esas que enseguida reconoces después de haber visto los carteles, salta a la vista tan austera vía que une las dos veredas del Torrent de la Vall d'en Marc y ridiculiza el próximo puente de feo metal y hormigón que se haya a escasas decenas de metros.
Después de hacer las obligadas fotos desde dentro y fuera del torrent, pensamos en subir hasta El Calvari que se indicaba desde allí mismo.
Precisamente, las indicaciones nos llevaron por el ascenso dedicado a los coches y no por la larga escalera por la que mi querida madre quería subir. Como todo el mundo sabe, el camino que asciende a estos citados lugares siempre va acompañado de unas estaciones o cruces en este caso, que simbolizan el calvario de Jesús en su camino al Monte de los Olivos. No tenía a mi madre por una persona muy religiosa, pero... ¡vaya calvario nos dio! toda la subida protestando por no haber subido por la escalera que ella quería... aix mumare... hasta 14 cruces contamos, y eso que suelen ser 12, estoy seguro que las iban sembrando a cada protesta que espetaba la señora...
Bueno, superada la subida y visitada la diminuta capilla, bajamos por la deseada escalera.
Ciertamente era infinitamente más atractiva que la cuesta asfaltada pero también hay que decir que para disfrutarla vale más bajarla que subirla ya que es una larguísima senda empedrada, escoltada de altos cipreses que pone fin a la vista en el campanario de la iglesia allá por el centro del pueblo. Y esa dirección seguimos una vez llegados al final de la escalera, cruzamos por las letjas calles de Pollença, pasando por la letja plaza junto a la iglesia, hasta llegar de nuevo junto al puente romano.
Entre una cosa y otra, era casi hora de comer y para aprovechar lo que habíamos preparado para la excursión, decidimos acercarnos hasta Cala Sant Vicenç a comer y a disfrutar de lo único bueno del ventoso día: el embate del mar.
A poco de dejar Pollença, llegamos al núcleo costero, que exhibe una nueva muestra de esos numerosos lugares de Mallorca que se urbanizaron con el boom turístico hace décadas y así se han quedado, con mínimos cuidados e imperceptibles cambios que la mayoría de veces crean un choque arquitectónico horroroso, mostrando una cara anticuada y obsoleta del lugar. Aún así, la imponente silueta del Cavall Bernat atrapaba casi todas las miradas, a sus pies, el mar parece intentar mover la pared a empujones que se deshacen en un estallido de espuma blanca que no puede hacer más que acariciar la roca hasta que ésta la devuelve al mar.
Así, rodeados del ruido armonioso de la naturaleza, nos acurrucamos junto a un viejo embarcadero para comer y antes de que el frío llegara a los huesos, volvíamos al coche para regresar a casa.

Un día que comenzaba con bastante mala cara, acabó siendo una variada y atractiva visita a Pollença y sus alrededores con los que pudimos echar el cierre excursionista al 2013.

Aquí dejo el álbum de fotos, como siempre, clicar en la imagen para acceder.
Hasta la próxima!